domingo, 23 de noviembre de 2025

EL VIEJO PICHANA: GAUCHO TECNOLOGICO CON INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN EL PUEBLO

La Tranca del Algoritmo — Relato Gauchesco Tecnológico

 Dicen por la Pampa que una tarde, cuando el sol raspaba los pastos amarillentos y los tordos volaban y los teros chiflaban como si supieran un secreto, llegó al boliche El Viejo Pichana un paisano distinto:

no traía caballo, sino un aparato brillante, medio cuadrado, que relucía como charola nueva.


 

—¿Y eso qué bicho es, don? —le preguntó el Pulenta, el cantinero, que sabía más de vinos que de máquinas.

 



—Esto, paisano… —dijo el forastero— es Inteligencia Artificial.

 


Los parroquianos se miraron como si hubiera dicho “bruja del Este”.


Pelusa, el peoncito curioso, le dio un golpecito con un dedo.

 

—¿Y sirve pa’ algo o sólo pa’ espantar gallinas?

 

El forastero sonrió.

 

—Sirve pa’ mucho, gurí. Si uno la sabe mandar, es como tener un ayudante que nunca duerme.


Te resume los diarios, te ordena los trabajos, te tira ideas cuando el mate te deja seco el pensamiento…

Hasta te ayuda a editar videos pa’ mandarle a la patrona, vio.

 

Los paisanos se acercaron, intrigados como vizcachas.

 

—¡Ah, mirá vos! —salió a decir Don Hilario, que venía renegando con los trámites del ANSES desde el 2004.

 

—Pero ojo —siguió el forastero— que esta cosa también tiene sus mañas.


Si te confiás, te manda fruta.

Que uno pone “¿qué hora es?” y te contesta “Trelew es capital de Perú”.

Y ahí quedás, como burro mirando el bombo.

 

Los parroquianos largaron una carcajada.

 


—Es que la máquina, amigos, no piensa como cristiano —dijo el hombre—.

Repite lo que vio, arma y desarma, pero la experiencia del campo, el olor a lluvia, la intuición del chango que ya vivió

Eso no te lo hace.

 

Pelusa, que era vivo, se rascó la nuca.

 

—¿Entonces sirve o no sirve, don?

 

El forastero apoyó el artefacto en la mesa, lo acarició como quien calma un potro.

 

—Sirve, gurí. ¡Y mucho!

Te da una mano pa’ estudiar, te ordena la cabeza, te traduce discursos, te escribe notas…

Es una **yunta fuerte** si uno la lleva por el camino.

 

Pero levantó un dedo, firme como estaca.

 


—Ahora… si vos dejás que la máquina piense por vos, ahí sí que estás al horno.

Pierde uno la maña, la picardía, la mirada del paisano que sabe cuándo un relato es cierto y cuándo te están engrupiendo.

El pensamiento se afloja, como la cincha vieja.

 

Los hombres quedaron callados, rumiando la idea.

 


El cantinero, que había escuchado en silencio, dijo:

 

—Entonces la clave sería… ¿andar con la máquina, pero sin entregarle el alma?


—Eso mismo, Pulenta.

La máquina te ayuda, pero el criterio sigue siendo del jinete.

 

Y ahí, como si el viento lo entendiera, el aparato emitió un ruidito:

*ping*, suavecito, casi humilde.

 

El forastero guardó el artefacto y se dispuso a partir.

 

Antes de montar —porque al final sí tenía caballo, sólo que lo había dejado a la sombra— les dejó la última enseñanza:

 

—Muchachos: usen la inteligencia artificial.

Pero nunca olviden la inteligencia natural, que es la que trae cada uno.

Sin eso, no hay algoritmo que valga.


Y se fue al trote lento, dejando en el aire una mezcla de polvareda y modernidad que tardó en asentarse.

 

Dicen que desde ese día, en El Viejo Pichana, los paisanos usan IA para hacer los deberes y escribir cartas lindas…


Pero ninguna máquina les reemplaza el mate compartido, la mirada honesta ni ese olfato criollo que, por suerte, aún no sabe imitar ningún sistema.