miércoles, 4 de marzo de 2009

BARRIO BRANDSEN

SECCION: NUESTROS BARRIOS

¿Cómo era el Barrio Brandsen quince años atrás?. ¿De qué modo una villa miseria pasó a ser un lugar de viviendas y vida más dignas?. Esta nota publicada en diciembre de mil novecientos noventa y cuatro nos sitúa en un pasaje de los recuerdos del barrio. El artículo fue escrito en el Boletín Informativo Mensual de NOTICIAS IPI: CARTA ABIERTA A Los Ciudadanos de Rivadavia, firmado por su directora: María Florencia Naudy.

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Alicia Bravo, dirigente del Barrio Brandsen

“QUEREMOS Y PODEMOS VIVIR BIEN”

Bajo el sol abrazador del mediodía y entre calles polvorientas, el rumor del correteo y las voces de los niños pergeñando alguna travesura quiebran levemente el silencio de la siesta en el Barrio Brandsen.
Allí, las treinta y ocho casas construidas hace ocho años, ya no alcanzan para albergar a las cuarenta y cinco familias que están radicadas en este lugar.
El temor primordial de los vecinos del Barrio Brandsen es volver a épocas pasadas, cuando este lugar era una villa. Es que las nuevas familias que se fueron formando, parejas jóvenes con uno o dos niños, por falta de recursos construyeron habitaciones prefabricadas, precarias, detrás de las casas paternas.
Esta gente quiere tener su vivienda, sencilla pero digna y, ante la situación actual en la que están inmerso, donde sólo cinco hombres tienen trabajo efectivo y el resto se desempeña como changarines y donde, además, las mujeres buscan colocarse como empleadas domésticas, piden que se los ayude sin que se les regale nada: “No nos gusta pedir, queremos facilidades”. CARTA ABIERTA A Los Ciudadanos de Rivadavia charló con la dirigente del Barrio Brandsen: una mujer de veintinueve años, enfermera, y de nombre Alicia Bravo.
“Todas las familias del barrio vivían en una villa, yo no vivía allí, pero empecé a conocer la gente y sus necesidades: casas que se llovían, familias numerosas que no sabían dónde meter a los chicos... Entonces, empezamos a ver la posibilidad de tener una casa más digna, más linda para el bienestar de los chicos”.
Así comenzó su odisea con vista al bienestar: se contactaron con el entonces intendente, el radical Héctor “Pipo” Arboit y por medio de él se les dio la posibilidad de que se les donara el terreno donde actualmente se asienta este barrio.
Todo era una finca de olivos, se comenzó a nivelar el terreno; con la ayuda de aquel intendente comenzaron a fabricar ladrillos y la misma gente de lo que era la villa trabajó en la construcción de la casa propia.
Con la llegada de un grupo de estudiantes de la Universidad Tecnológica de Mendoza que traían un proyecto bajo y que fue presentado para concursar y que proponía la asistencia al barrio, una vez ganado el concurso, el plan se puso en marcha y los médicos, agrimensores y otros profesionales, brindaron sus servicios a esta comunidad.
“Ahora estamos trabajando con la Municipalidad porque nos hacen falta luminarias para la calle, queremos hacer las veredas, también necesitamos las acequias porque no tenemos riego para las plantas, el barrio necesita un poco más de sombra y por eso estamos gestionando el tema de las acequias”, es el reclamo que hace Alicia Bravo a través de CARTA ABIERTA A Los Ciudadanos de Rivadavia.
Cuando empezó el barrio, sus vecinos formaron una cooperativa, pero con el correr del tiempo creyeron que las cosas que surgían como necesidades se lograrían más rápido si se convertían en una mutual, hoy tienen personería jurídica. Alicia fue elegida como tesorera, luego fue secretaria de la comisión mutual y actualmente lleva adelante a sus vecinos junto a otras mujeres que colaboran a su lado.
Como ocurre en todas partes, en tiempos de elecciones que son los que corren actualmente, los políticos se acercan a estos barrios prometiendo de todo, haciendo que la gente vuelva a creer y a tener esperanzas de alguna mejora en sus vidas, luego, se van y como presos de la amnesia se olvidan de sus promesas y también de la gente, según el concepto de Alicia Bravo al ser consultada al respecto.
El Barrio Brandsen posee una pequeña escuelita, donde se les dictan a los niños que están más atrasados clases de apoyo, también tienen clases de catequesis a cargo de Alicia y un aserradero que anhelan poner en funcionamiento en un futuro cercano.
Si bien han logrado, después de mucho andar, que se les pasara a recoger la basura, piden que se regularice este servicio, para que uno de los vecinos que tiene un chiquero dentro del barrio lo saque o alguna autoridad haga algo al respecto.
El hecho de ser dirigente barrial femenina hace que Alicia sienta un gran orgullo; aunque a veces, justamente por ser mujer, la tarea se le haga cuesta arriba. Sin embargo, no escatima esfuerzos para demostrarle a la sociedad que si bien en una época eran gente marginada por vivir en una villa, también tienen sus derechos: “Queremos y podemos vivir bien”.

María Florencia Naudy

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