El recuerdo de un gran profesor, querido, prestigioso y sencillo. Un catamarqueño que solía vérselo caminar por la plaza departamental con sus bigotes que le subrayaban su personalidad firme y bonachona, envuelto en su manta o poncho de color marrón y de flecos que acompañaban su andar. Esta nota fue escrita trece años atrás y publicada en la revista mensual CARTA ABIERTA A Los Ciudadanos de Rivadavia. Abril de mil novecientos noventa y cinco. Año 1 Nº 9. Suplemento especial de NOTICIAS IPI.
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PROFESOR FRANCISCO HUMBERTO TOLOSA
“Mejor que aprender mucho, aprender cosas buenas”
Llegó a Rivadavia el trece de marzo de mil novecientos cincuenta, para actuar como profesor en la Escuela Normal.
En ese momento el colegio se llamaba Escuela de Maestros Normales Regionales, cuya dirección la ejercía el profesor Francisco Solano Quiroga, un ex compañero de Tolosa y amigo desde los días en que estudiaban en el Profesorado de Ciencias del Instituto Nacional del Profesorado Secundario, en Catamarca.
Solano Quiroga quiso traer profesores con título para cubrir vacantes que, en ese momento, existían en la Escuela Normal de Rivadavia.
Tolosa recuerda que su amigo tuvo que reiterarle la invitación para venir a esta ciudad del Este mendocino, porque él no contestaba (“hasta que un día ´me apretó´, recuerda entre una sonrisa).
Por aquellos tiempos, este ofrecimiento no significaba para Tolosa una salida laboral, ya que él trabajaba en la capital de su provincia como profesor. Tenía la máxima cantidad de horas que era posible dictar; además de su fábrica de escobas, un emprendimiento industrial que llevaba adelante con un amigo y colega.
Sin embargo, la insistencia desde Mendoza no cesaba. Solano Quiroga le hacía saber que su socio industrial no tenía ningún inconveniente. Los dos se habían visto en Buenos Aires y habían hablado de la idea de tenerlo a Tolosa en Rivadavia, en calidad de profesor.
Llegaron los momentos en que comenzaba a pensar en la separación del suelo catamarqueño. Tolosa habla con sus padres. Le afligía la distancia.
“Y así..., en un momento de gran emotividad... que llega hasta la emergencia de las lágrimas, mis padres me dijeron: `Hijo, haga lo que a usted le parezca mejor´. Entonces dije que me venía por un año o dos”, rememora el prestigioso profesor.
Cuarenta y cinco años han pasado desde que Tolosa dejó su Catamarca natal.
“Todo lo que vino después fueron signos de felicidad”, afirma... y lo confirman sus ojos.
Los momentos vividos lo llevaron a considerar que su destino “no pudo haber sido mejor; que éste... en Rivadavia”. Cuando llegó a esta ciudad pisaba los veinticinco años el profesor Tolosa. Por entonces, la Escuela Normal de Rivadavia tenía sus puertas abiertas a pocos metros de la plaza del departamento en la arteria principal: la calle San Isidro. Funcionaba en un edificio que se alquilaba.
Desde mil novecientos diecisiete la Escuela Normal fue el primer establecimiento secundario en la zona del Este de Mendoza. Después de los años cuarenta se creó en San Martín un colegio nacional privado y luego la Escuela Nacional de Comercio. Sin embargo, los maestros que trasmitían el saber era obra de la ciudad de Rivadavia.
SABER ES LIBERTAD
Los maestros egresados de la Escuela Normal de Rivadavia dejaban impreso su sello en cada lugar donde enseñaban que el saber significa libertad.
“Recuerdo que un ex inspector, en recorridas que hacía con funcionarios y escolares por las campañas del interior de la provincia, me decía: `En esta escuela seguro que hay un maestro de Rivadavia´. ¿Por qué?, le pregunté, y él me respondió: `Porque la escuela está limpia. El jardín está ordenado. Los árboles están podados´. Los maestros de la Escuela Normal sabían de albañilería... Porque ellos tenían en sus planes de estudios lo que se denominaba `Construcciones Rurales´. Sabían arreglar una silla. Sabían hacerla también. Sabían manejar un martillo, una tenaza. Y sabían hacer paredes, techos, reparaciones eléctricas. Todo lo que sabían lo transmitían a la población a través de los alumnos o, simplemente, porque se incorporaban al medio en donde vivían”, le cuenta mirando el pasado el profesor Franciso Humberto Tolosa a CARTA ABIERTA A Los Ciudadanos de Rivadavia.
“Las niñas tenían clases prácticas de corte y confección, cocina, tejido. Por aquella época existía el comedor escolar, que se financiaba por sí mismo. Los alumnos tenían doble escolaridad porque no tenían tiempo para volver a sus casas; algunos, los que tenían, venían en bicicleta, y otros recorrían varios kilómetros a pie para llegar a su escuela. Gente de lugares humildes, donde los medios de transportes no circulaban con la frecuencia necesaria. Gente humilde. Ellos mismos eran humildes. Les costaba mucho esfuerzo venir a la escuela, venían con muchas ganas. Enormes ganas de crecer, de hacerse. En esto la Escuela Normal contribuyó en mucho”, dice con felicidad el prestigioso educador catamarqueño que vivió años de pasión entre la gente rivadaviense.
La Escuela Normal de Rivadavia se inauguró el dos de septiembre de mil novecientos diecisiete. Sus planes de estudios comprendía la formación de preceptores, con dos años de estudios secundarios podían ejercer la docencia, “porque la visión de los gobernantes de esa época llegaba a abarcar la necesidad que había de EDUCAR: EDUCAR AL PUEBLO. Entonces, había que moverse rápidamente. No había tiempo para perder. Con dos años se tenía el título que los habilitaba para ya ejercer en los pequeños núcleos poblacionales”, describe el profesor Tolosa la tarea de hacer hombres libres en manos del saber en aquellos tiempos de educar.
Epocas en que la escuela tenía una granja con gallinas, conejos, patos. Las alumnas, durante la hora de la materia “Cocina”, se ocupaban de preparar la comida para el mediodía con las verduras, la carne y los huevos que la granja proveía.
Actualmente, los planes educativos ponen su inclinación hacia la informática, mientras se invocan los adelantos.
“Todos los adelantos parecen efectivos, buenos. Hacen todo más rápidamente. Pero... claro, será porque yo soy viejo, a mí me gusta cortar un grano de la planta y comerlo. Me gusta ver hacer el dulce de leche, el de durazno, o el durazno al natural, cultivar una parcelita de perejil, de cebollas, de plantas de orégano. Claro, no sé cuál es el tiempo disponible de la gente; sus acciones son hoy distintas, antes la gente no se entretenía tanto, con tantas cosas que se las dan hoy ya hechas..., antes había que buscarlas”, reflexiona el recordado profesor Tolosa.
En los tiempos en que los alumnos estaban más en contacto con las manualidades, épocas que alimentaron frases que decían que la inteligencia subía por las manos, en el colegio había materias que se denominaban “Industrialización de productos regionales”, y para las jóvenes mujeres “Surcido, Lavado y Planchado”: “Aunque yo creo que el surcir, lavar y planchar no es solamente para las niñas, ya que nosotros los hombres, debimos hacerlas, y algunos las hacemos..., no sé si todos: pero arreglábamos los pantalones, las medias, a veces los zapatos. En fin, la vida ha cambiado mucho”, dice con pausa el hombre de Catamarca.
La lectura es otro de los cambios que transmite el maestro de la serenidad y de la justeza de quien sabe enseñar los valores de la vida.
“Parece que hay poca gente que lee libros; hoy están informados por otros medios pero yo siento placer con la palabra escrita porque las releo, retrocedo, para sentirle exactamente el sentido a la expresión, al párrafo, o para saborearlo nuevamente. Claro, también con las técnicas actuales, por ejemplo, las películas permiten que se pueda detener o volver a alguna parte. Sin embargo... me gusta hojear un libro”, le cuenta el ex profesor de “Castellano” a CARTA ABIERTA A Los Ciudadanos de Rivadavia.
EL EDUCADOR
Joaquín Víctor González –político argentino, jurista, escritor y fundador de la Universidad de La Plata- dijo que educar es un acto de amor.
Frase que el ex director de la Escuela Normal, Francisco Humberto Tolosa, ha mantenido presente: “Un acto de amor a lo que se enseña y de amor a quien se enseña”, amplía el ex profesor.
“El educador debe amar su profesión, al niño, y al elemento que está a su cargo. Si un profesor dice un día que no tiene entusiasmo para su cátedra porque le pagan poco, ahí está perdiendo una gran cantidad de labor que tiene que brindarle a su tarea. Nunca la docencia fue una labor lucrativa”, afirma el catamarqueño a quien siempre le ha gustado caminar por la plaza departamental envuelto en su manta con flecos, de color marrón. Un hombre que ha caminado la vida con simpleza, principios y valor, quien mantiene frases vivas, como la José Hernández: “Mejor que aprender mucho, aprender cosas buenas”. Francisco Humberto Tolosa, una lección de vida.
Carlos Calderón
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UN PEQUEÑO MUNDO, MI GRAN RIVADAVIA
Por Francisco Humberto Tolosa
Mi vida se basa en los recuerdos, y vuelvo a ellos.
Me siento satisfecho por lo que me tocó hacer, por lo que hice. Y porque al llegar al final de mi carrera he visto, con emoción, el afecto, el cariño, el respeto, con que mis ex alumnos, mis compañeros de labor, me han despedido.
Es algo que tengo que agradecerle a esta comunidad magnífica de Rivadavia.
A esa circunstancia de la vida que me trajo hasta aquí, que me ha dado mujer, hijos, nietos. Aquí.
Y amigos, muchos amigos. Esto me hace pensar que no debo irme de Rivadavia; nunca.
Soy inmensamente rico. Porque tengo dos hijos sanos, y magníficos. Excelentes hombres y excelentes profesionales. Tengo seis nietos, hermosos niños, y normales.
Y todo el cariño y el respeto que mencioné antes.
Siempre me preocupó que mis hijos pudieran estudiar. También ellos siempre han sido prudentes. Nunca me dijeron: “Papá necesito, ya, que me compres un traje... No”. Tengo más o menos patente su manera de pedir. Decían: “Papá, cuando tengas tiempo, y puedas... necesitaría un pantalón”.
Ellos han tomado conciencia de ese modo. Si miramos atrás de nosotros vamos a encontrar a alguien que está comiendo la cáscara de la fruta que nosotros hemos tirado. Siempre detrás de nosotros hay alguien que necesita más.
Mi preocupación era asistir a mi lugar de trabajo, en horario. No sobre la hora, un rato antes. Y quería que mis alumnos y mi personal tuviera esa conciencia. Así hay que ser, en todas las actividades.
Estos son mis recuerdos de un pequeño mundo, que es este gran Rivadavia.
Me parece hermoso todo esto!! Fue una gran persona y un gran docente. Soy Ariel Díaz, profesor de la Escuela (Nivel Superior) y estoy haciendo su biografía. Es por eso que quien tenga más datos sobre el Profesor tolosa, que se contacte conmigo a: arielcdi@hotmail.com. Muchas Gracias
ResponderEliminaryo tengo datos.. Ariel, soy Ana yo estudie en Catamarca, luego me vine a la ciudad de Bs As... mi correo es LICAMB2@HOTMAIL.COM
ResponderEliminarEstimádisimos Amigos:
ResponderEliminarGracias por visitar este espacio. Me alegra saber que hay gente valiosa que le dedica un espacio de su tiempo, como ustedes, para las Grandes Personas como el Profesor Tolosa.
Altamente gratificante resulta leer comentarios de esta naturaleza, donde los Ejemplos de Vida es materia de conversación.
Gracias nuevamente y hasta pronto.
Hola soy Gustavo Ruiz. El arquitecto que esta a cargo del desarrollo del proyecto de la escuela primaria que lleva su nombre. Hoy desayune leyendo este blog el cual me compartió su nieta Valle. Te agradezco el lindo momento que me has hecho pasar junto al educador Humberto Tolosa. Espero lograr una escuela de la cual el se sienta orgulloso y transmita su esencia. Saludos y me gustó y aportó mucho tu escrito. Gracias
ResponderEliminarEs justo homenajear a un hombre como mi Profesor "el Fiti" Tolosa , enorme ser humano.
ResponderEliminarGenial
ResponderEliminarCronica unica