miércoles, 4 de enero de 2012

FABRICIO ALEJANDRO MARQUEZ GARCIA: ESCRITOR RIVADAVIENSE

(REPRODUCCION NOTA PUBLICADA POR Agencia Regional de Noticias. Firma: Nazareno Nacho Panella. Fotografia: Shaka Indeleble -0261-152008628-)

Fabricio Márquez, Ganador del Concurso Literario “Vendimia” 2011


El escritor de Rivadavia nos llevó de paseo por su barrio “Alborde”.
Escribir puede parecer un acto simple, casi diría que mecánico. Y hoy, en los albores del tercer milenio, por suerte son muchos los seres humanos que pueden disponer de esa herramienta.

Por cuestiones de practicidad, como ayuda memoria o para miles de usos diferentes, utilizamos la escritura para facilitarnos la existencia. Pero escribir para contar o para crear historias con personajes, lugares y situaciones que nunca existieron, no es algo que pueda hacer cualquier mortal. Es ahí en donde entran en juego palabras como talento, creatividad, imaginación y sobre todo persistencia. Estoy seguro de que Fabricio Márquez posee todas esas virtudes que enumeré más arriba. Lo sé porque aparte de conocer varias de sus creaciones, nos une una amistad de muchos años y si hay una cosa que este incansable escritor rivadaviense nunca ha podido hacer, es dejar de escribir. No sé cuantas personas tienen esa convicción de saber lo que quieren ser en la vida y llevan ese ideal hasta donde sea necesario. Márquez es sin duda una de esas personas.

Este año, toda esa vida dedicada a las letras tuvo al fin un reconocimiento: “Barrio Alborde” (su libro de relatos sobre un barrio marginal, situado estratégicamente entre los candentes años dos mil y dos mil uno y con las mujeres como protagonistas principales) fue elegido ganador del premio vendimia, algo que además del casi simbólico premio en efectivo, le va a posibilitar al “flaco” Márquez acceder a su primera publicación “oficial”. Y como despedida de año y bienvenida para este 2012 que recién comienza, me pareció bien brindar con este logro cultural que por primera vez gana un escritor de Rivadavia.

A lo largo de todos tus años como escritor, ¿Este sería el primer gran logro que conseguís a nivel reconocimiento?

Fabricio Márquez: En realidad este es el segundo premio que recibo, el anterior fue mucho más chico pero tuvo una gran importancia para mí.

¿Te referís al premio de la cooperativa eléctrica?

F.M.: Si, ese premio fue muy importante por dos motivos: primero porque el proceso que yo he encarado en mi forma de escribir y ser escritor, ha sido muy silencioso e introspectivo. De hecho aun no he publicado nada. Y aquel premio lo tome como un reconocimiento y fue también un aliciente para seguir escribiendo. Y segundo porque el cuento fue publicado por la revista de la cooperativa (revista foco) que tiene una tirada importante y gracias a eso empecé a encontrarme con gente que había leído el cuento, desde una profesora de historia hasta los pibes de la esquina que se juntan a tomar un vino y jugar a las cartas.

Ahí encontraste adonde podían estar tus lectores…

F.M.: Justamente, entendí que mis lectores podían estar en cualquier lado. Que había un abanico muy amplio de gente que podía gustarle lo que hago. También el hecho de salir en la tapa, que aunque en un primer momento me dio un poco de miedo ya que soy de muy bajo perfil, me vino muy bien porque me reconocían por la calle y me decían: yo te leí.

¿Te sirvió para pedir fiado en el mercadito de la esquina por ejemplo?

F.M.: Todavía no lo ocupe. Y para hacer algún levante tampoco…

Te aconsejo que lo tengas en cuenta, porque en la vida de escritor te puede llegar a hacer falta en algún momento…

F.M.: Seguro que si…hablando en serio, para ese concurso te pedían que los cuentos tuvieran no más de dos páginas y eso me sirvió para entender que tal vez si el cuento hubiera tenido tres páginas la mitad de la gente no lo leía. Eso también en mi trabajo fue un quiebre importante, yo venía escribiendo mucho y después de esa publicación como que cambie algunas cosas, por ejemplo, estaba escribiendo una novela que llegaba casi a las quinientas páginas y a partir de ese proceso quedó en doscientas cincuenta, entendí que la historia se podía contar igual con mucho menos.

¿Y con el libro que ganó el premio vendimia como fue el proceso? ¿Imaginabas que esos escritos iban a terminar ahí?

F.M.: No, para nada. Hace muchos años yo había escrito una serie de libros de narrativa lírica con los que nunca hice nada, inclusive yo sentía como que ya habían pasado su hora. Por otro lado seguía escribiendo cuentos en forma paralela a mi primera novela (“Averno-pueblo”) que entre idas y vueltas ya lleva diecisiete años y luego de esa limpieza que hice en la novela, me encontré con un montón de personajes e historias que tenían mucho peso aunque no entraran dentro de la dinámica de la novela. De ahí apareció como el bosquejo de barrio alborde, con cuentos que tenían a las mujeres como protagonistas y que en un primer momento se llamó mujeres mendocinas. Entonces empecé a encontrar algunas conexiones entre los personajes de aquellos escritos líricos con otros que había en cuentos sueltos y los que había descartado de la novela. Principalmente tenían en común la temática barrio-marginal y el lenguaje con el que se comunicaban. A partir de algunas modificaciones surgió la idea de hacer un barrio en el que todos los personajes son vecinos y algunos se conocen y otros no.

Digamos que mantenés la dinámica de un barrio.¿Podría pasar que cualquier lector se pueda sentir reflejado en alguna historia o algún personaje? ¿Sería como una especie de literatura “nacional y popular”?

F.M.: Es así. Todo pasa en veredas, cocinas, plazas, esquinas y almacenes y es por completo “nacional y popular”. De todas formas esos relatos están escritos en otro momento del país, en los años noventa y aunque están contados desde el presente, yo ya no siento esa oscuridad en la realidad actual. Por eso decidí ubicar los sucesos entre el dos mil y el dos mil uno, además el barrio está ubicado dentro del pueblo donde transcurre la novela (“Averno-pueblo”), mientras que la novela está centrada en el año 99 y en cierta forma estoy contando lo que quedó del menemismo. Y logro así una correlatividad: 99-2000-2001.

¿Tendrían una estructura similar a la que usa Mario Vargas Llosa en “Elogio a la madrastra” y “Los cuadernos de don Rigoberto”?

F.M.: Exactamente. Por ejemplo en un cuento aparece una mujer que está esperando para comprar en el almacén y es la madre de un chico que matan en la novela. Yo lo único que digo es que el personaje principal piensa que a esa mujer le han matado un hijo y se le nota en la cara.

Como un guiño para el lector que ya haya leído la novela…

F.M.: si logro publicar la novela el lector va a poder encontrar esas conexiones.

¿Por qué barrio “Alborde”?

F.M.: Surgió de jugar con la idea de mujeres al borde. Como que siempre están al borde de algo, de la pobreza, de la locura, de la soledad…

También se podría leer como “border” o marginal…

F.M.: Es que es un barrio de clase media-baja y a lo largo de la novela y los cuentos voy contando cómo se empobreció la gente que vivía en ese lugar. Llegando a ser clase baja y clase lumpen inclusive. Pero sin ponerme en un lugar sociológico, simplemente cuento esa realidad a través de las historias.

¿Puede tener que ver con lo que escribe Washington Cucurto? Me refiero a la temática marginal, eso que él llama “literatura de negros”…

F.M.: A mi Cucurto me gusta mucho, aunque lo leí mucho después de escribir estas historias y aunque no fue una influencia, me sentí identificado.

Es que hay un montón de libros y autores que aunque no te influyan, te justifican y eso sirve para saber que no sos el único que está experimentando en estas temáticas. A través de la red descubrís autores que están hablando de lo mismo desde el conurbano bonaerense, por darte un ejemplo, pero con su experiencia y su visión. Independientemente de la temática, siento que este libro puede leerse en Suecia, por decir un lugar, porque mas allá del paisaje hablo de las cuestiones humanas.

Y es que aunque cambie la escenografía la pobreza está en todas partes…

F.M.: Exactamente, entonces aunque es regional desde su mirada, hablo de cuestiones universales.

Esta va a ser tu primera publicación oficial, pero con todo el material que tenés, ¿Nunca estudiaste la posibilidad de hacer alguna publicación en forma independiente?

F.M.: Lo que siento con la publicación de autor es que no te da peso. Te puede salir muy barato, te puede salir fantástico, inclusive yo se que el libro que me van a publicar no va a ser tan lindo como el que yo podría hacer, en cuanto a la edición, la grafica y esas cosas, pero si lo haces de forma independiente, en la imprenta te entregan una caja llena de libros y tenés que salir a venderla como si fuera una mercancía mas. El premio de que te publiquen por ganar un concurso te da “chapa” y eso te sirve a la hora de ir a golpear la puerta de otras editoriales.

Antes en la música ser independiente era un plus, era decir: “yo no me vendo al sistema”, después pasó a ser: soy independiente porque no me queda otra…

F.M.: ¡Porque nadie les da bola! Con la literatura en cierta forma pasa lo mismo. Al menos las experiencias que yo conozco no han sido muy positivas que digamos. El hecho de ganar un premio sirve para que te usen de referencia como escritor, incluso gente que sabe que escribís desde hace muchos años.

¿Cómo te llevas con los formatos tecnológicos?

F.M.: Me gustan pero yo tengo una cuestión muy especial con los libros como objetos en sí. Yo me enamore de los libros antes de aprender a leer y escribir y de saber para que servian. Es mas en los primeros libros que tuve de niño, dibujaba en las hojas en blanco las tapas de lo que yo imaginaba iban a ser mis propios libros, por eso para mí primero está la edición clásica y después vienen los soportes tecnológicos.

Te preguntaba también por todo el trabajo que hiciste con “El florilegio” (antología de escritores de Rivadavia en formato web) que mas allá de la investigación, sirvió para que muchas de las personas a las que publicaste desde ahí, se dieran cuenta de que eran escritores…

F.M.: Bueno, ahí tenés una de las ventajas de los nuevos formatos. Si “El florilegio” hubiera sido publicado en formato impreso no hubiera podido poner tanto material y algunos autores tal vez hubieran quedado afuera. También creo que ese trabajo quedo inconcluso, porque a mi entender le faltó la edición impresa para hacerlo llegar a las escuelas y a las editoriales, como carta de presentación de los escritores de Rivadavia. Está también la idea de hacer un “florilegio” con chicos, en el que se trabajaría desde las escuelas y otro para artistas plásticos.

Volviendo a tu obra literaria, tenés tres libros de poesía, ¿Qué has pensado hacer con ellos?

F.M.: Aun no lo sé. Será también que siempre me sentí más narrador que poeta, aunque no por eso les reste importancia a esos libros. Me pasó que un tipo como Jorge León Escudero (poeta de culto, sanjuanino) leyera mi poesía y la reivindicara, pero bueno hoy estoy metido en la narrativa y seguramente a la poesía ya le llegara su momento.

También puede ser que la poesía tenga esa inmediatez, esa cuestión casi fotográfica y hasta cierta catarsis y la narración tiene toda una estructura en la que se trabaja de otra forma….

F.M.: Puede ser, aunque yo después a un poema lo corrijo mil veces. En lo personal, la poesía me gusta más para recitarla, para hacer algo en directo. También se puede trabajar con grabaciones, mezclando la poesía con música y efectos sonoros.

Vos hiciste un experimento en ese sentido que fue “La plegaria”, en el que además de recitar tu propia poesía, había una puesta en escena importante y un trabajo actoral…

F.M.: Hace poco la volví a representar en vivo después de mucho tiempo y le encontré una vuelta dramática en lo personal de la que antes no me había percatado. Lo que me gustaría hacer con esa obra es un registro en formato Dvd para poder mostrarlo y ofrecerlo como show. Sería una especie de demo y tal vez a partir de la edición del libro, se pueda abrir alguna puerta para desarrollar este tipo de proyectos.

Es que sin lugar a dudas la edición de “Barrio Alborde” te va a dar un envión importante, también a la hora de mandar material a una editorial más grande…

F.M.: Totalmente. Si yo mandaba mi novela antes del premio es probable que ni siquiera la leyeran. A partir de ahora sé que me van a considerar de otra manera. Tampoco te asegura que te vayan a publicar, pero sí que te van a prestar más atención. Hace unos días me invitaron a un encuentro de escritores y me sentaron en la mesa académica, y yo les dije: si esto hubiera pasado antes del premio vendimia yo estaría sentado del otro lado, escuchando. Es como que ahora me recibí de escritor. Si alguien me pregunta puedo decir soy escritor y no me van a mirar raro.

Ni te van a decir, bueno sos escritor pero de que trabajas…

F.M.: Algo así…lo otro bueno que tiene el premio vendimia aparte de la edición, es que el año próximo me llevan a la feria nacional del libro a presentarlo y eso también tiene lo suyo. Definitivamente, ya no tengo más escusas, ahora depende todo de mí.

Próximamente publicaremos uno de los cuentos de Fabricio como un obsequio a principio de año a nuestros lectores.

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La Forma de Pago

Como lo prometido es deuda, aquí está el cuento del ganador del premio vendimia Fabricio Márquez “la forma de pago”, que forma parte del libro “Barrio alborde”.


La Mecha se vino a vivir al B° Alborde embarazada de su único hijo y sola. En la Manzana E, Casa 6. Ha trabajado toda su vida limpiando habitaciones ajenas, lavando ropas de otros, cocinando para maridos que nunca tuvo. Ha sido ama de casa en innumerables hogares, mientras que en el suyo propio solo ha podido ser alguien que está de paso.

Nunca se casó, ni formó pareja estable. De una de sus relaciones, no la más importante, le quedó un hijo, el Arturo, que se convirtió en el centro y razón de su vida, a quién se dedicó a amar con exclusividad, con ciega sumisión, con culpa.

Desde chiquito el Arturo fue un pillo simpático y vivaracho, que la tenía embobada con sus travesuras ingeniosas. Pero al principio bastaba amenazarlo con tirarlo en el Cementerio de los Perros y paraba. Cuando fue creciendo no hubo amenaza ni razonamiento que valga.

Cuando al poco tiempo de empezar la secundaria el Arturo abandonó, la Mecha tuvo que admitir que su hijo no era el niño aplicado, ni el futuro profesional que ella había soñado en su solitario deambular de casa en casa.

Siempre trató de creerle cuando le mentía sobre sus actividades, aunque sabía que nada era cierto, que andaba en cosas raras, ilegales. Pero no se sentía con autoridad ni fuerza para reprocharle nada, no sabía qué proponerle a cambio.

Con el paso del tiempo, el Arturo se fue volviendo cada vez más lejano e indomable, y se hizo evidente, para ella, para todos, que había elegido un camino sin retorno, brutal, en el que no tenían cabida la culpa ni la piedad.

Cuando entendió esto, la Mecha tuvo que aprender a convivir con la posibilidad certera de que tarde o temprano se lo iban a traer muerto, que era así, aunque le pidiera de rodillas, llorando, que por favor cambiara de vida, que parara.

La Mecha nunca ha abandonado ese estado de alerta. Por eso, cuando hoy a la madrugada finalmente vienen a decirle que lo han matado, no muestra sorpresa, ni desesperación, no cede al llanto. Eso lo deja para después, si aún le queda algo, si no se ha secado del todo.

De inmediato se hace cargo de la situación. Se cambia de ropa porque está en camisón, ordena un poco su casa, dejándola presentable y sale a la calle, con la firme determinación de contratar un servicio fúnebre. Lo va a velar con dignidad.

No tiene un peso en el bolsillo, pero eso no la va a detener, tiene a quién acudir. Si esa posibilidad le falla, porque todo puede pasar, ya verá cómo se las sigue rebuscando.

Sale del Barrio por la Calle Vieja, pasa junto al Disimulado sin saludarlo. Cruza las Vías Muertas y se mete al Centro. Se dirige a la Funeraria, cuyo dueño es don Natalio Carmona. La Mecha ha trabajado en su casa, mucho tiempo atrás, llegaron a conocerse bien, a tenerse aprecio y respeto.

Cuando llega, la puerta está abierta y en la recepción no hay nadie. Espera un rato, luego golpea con los nudillos el mostrador. Aparece un muchacho, vestido con traje negro, se le nota que no está acostumbrado a usarlo.

Le da los buenos días y le pregunta en qué puede servirle, la Mecha le contesta que necesita hablar con don Natalio. El muchacho hace un gesto de duda y dice que se va a fijar si está, le pregunta de parte de quién, la Mecha le da todos los detalles.

El muchacho se demora un rato largo en volver, pero cuando lo hace la trata con más cortesía que al principio, le dice que don Natalio le pide disculpas por la demora, que pase, la espera en su oficina.

Don Natalio Carmona es un hombre cálido, corpulento, de nariz y manos grandes, una mirada que atraviesa las capas más espesas. La saluda con un abrazo, sabe que esa visita no es de cortesía, que algo malo ha pasado. La encuentra envejecida, echada al abandono, demacrada, no es la misma señora que en alguna época trabajó en su casa.

No se sienta en su sillón, del otro lado del escritorio, prefiere arrimar una silla y sentarse a su lado. La Mecha, más relajada, sabe que puede exponer su caso, que va a ser escuchada. Y empieza a hablar.

Le cuenta lo que le ha pasado con el Arturo, lo mira a los ojos y le dice que necesita sus servicios, pero que no tiene plata para pagarle. Don Natalio va a decir algo pero no lo deja seguir, le propone pagarle con trabajo, lo que haga falta, en su casa, en la Funeraria, en ambos lados, el tiempo que él considere necesario.

Don Natalio la escucha consternado, le cae bien esa mujer, tiene fuerza, entereza, pero la suerte no le ha jugado a favor, siempre la está acorralando. Le cuesta hablar a causa de la emoción, a pesar de la costumbre algunas muertes lo siguen conmoviendo. Como puede le dice que no se haga problema, ya está todo solucionado, a su hijo no le va a faltar nada, él se hace cargo.

La Mecha empieza a hablar de nuevo sobre la forma de pago, pero Don Natalio la detiene con suavidad, le dice que de eso no hablen, más adelante, cuando haya pasado todo, está de acuerdo con la propuesta, le parece bien, pero ahora se tienen que encargar del sepelio.

Se pone de pie y lo llama al muchacho. Cuando este entra, le da unas indicaciones en voz baja, luego va hasta donde está la Mecha y le explica que tiene que ir a la Morgue del Hospital, a hacer los trámites para retirarlo, pero que no se preocupe, el muchacho la va a acompañar.

Se despiden con un largo abrazo, la Mecha no sabe cómo agradecerle. Don Natalio le dice que no tiene nada que agradecer y la mira partir, asombrado, porque en ningún momento le ha visto asomar una lágrima, un gesto del dolor que la está carcomiendo.

En el camino, el muchacho no busca conversación y la Mecha se lo agradece, en silencio. La Morgue queda en uno de los costados del Hospital. En la sala de recepción, el muchacho le explica que es muy probable que tenga que reconocer el cuerpo, que lo espere ahí, va a consultar. Desaparece por una puerta vaivén, dejándola sola.

La Mecha se queda mirando fijo la puerta, lo más quieta posible, cualquier movimiento brusco la puede descalabrar. Trata de pensar en el Arturo, pero el dolor es muy fuerte, la encandila. No puede acordarse de su rostro, un temor absurdo la paraliza, tiene que reconocerlo y no se acuerda cómo era.

Tampoco se acuerda la última vez que lo vio, ni de qué hablaron. La angustia le sube por la garganta, cerrándosela. El llanto, agazapado, postergado, empieza a desenrollarse, puede sentir en su cuerpo cómo crece el estremecimiento. Se pregunta si será ahí, mira de reojo a su alrededor. Si se larga a llorar, va a ser a los gritos, ese lugar la pone enferma.

Vuelve a mirar la puerta. El llanto le ha llenado el pecho, la está comprimiendo, buscando una grieta urgente por donde desbordar. La Mecha siente que ya no lo resiste, pero hace un esfuerzo más, porque una vez que empiece todo se va a descarrilar. En ese momento la puerta se abre y aparece el muchacho, llamándola con la mano, esperándola, sin apuro, teniéndole la paciencia necesaria.

La Mecha, al obligarse a contener el llanto, ha detenido todo lo demás. Es un gran esfuerzo moverse, pero al final gana su natural tendencia a responder a cualquier llamado, a encarar de frente toda adversidad. Logra destrabar la caja de sus movimientos, contiene a duras penas el caudal de su llanto y empieza a avanzar.

Cuando se encuentra junto a su hijo, lastimado y sin alma, no son un problema los rasgos, porque primero le reconoce la indiferencia, la impavidez ante la vida. Sus rasgos siguen estando demacrados, solo que ya no añoran estar en otro lado. Sin lugar a dudas es el Arturo, pero el llanto se le evapora en un instante y el grito se le disuelve pasmado, por el asombro de no encontrar, no poder reconocer, en esa cascara seca, al niñito loco que le entibiaba la vida, hace tanto.

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